partiendo desde alguna de sus puertas amuralladas, podemos emprender varios y agradables paseos.
Unos caminos recorren cualquiera de las márgenes del pantano, aguas arriba o abajo. Otros nos adentran en el páramo calizo salpicado de sabinas o recorren vallejos rodeados de Chaparras.
En estas páginas damos unas sencillas indicaciones para seleccionar cuál es el paseo que más nos apetezca. El límite lo pondremos nosotros mismos.
Pero si buscamos excursiones por la comarca y mayores distancias, les recomendamos las siguientes rutas:
Saliendo de Maderuelo, seguimos la carretera C-114 con sentido a Aranda, durante unos 12 Km, que serpentea a través del monte de sabinas y encinas chaparras. Desde estas lomas se divisa la cuenca del Riaza hasta la sierra.
Atentos al anuncio del desvío al pie de presa, antes de llegar al despoblado de Maluque. Si hemos ido en coche, lo debemos aparcar en una explanada habilitada junto a la barrera de entrada. No se puede seguir en coche ya que las rapaces son muy recelosas de la presencia humana y, si se asustan, pueden huir y abandonar a sus crías.
En todo momento, debemos evitar gritos y alborotos innecesarios, por la misma razón.
Desde el aparcamiento, la carretera desciende durante más de un kilómetro. Es un cómodo recorrido durante el que podemos divisar las primeras buitreras , en las oquedades de las pareces del cañón.
Una vez llegados al pie de la presa, cruzaremos el puente para entrar en el Parque Natural y seguir el curso del Riaza.
Sobre nuestras cabezas, decenas de buitres leonados y alimoches (si es verano), sobrevuelan los riscos de estas primeras hoces. Por doquier vemos grandes peñascos, que se desprendieron y rodaron desde los cerros. No podemos evitar sentir un escalofrío.
Un kilómetro más adelante, cruzamos bajo un alto y espectacular puente del ferrocarril. Uno de los escasos ejemplos de ingeniería que realza la belleza del paisaje.
El camino sigue, paralelo al río, cuyas márgenes contrastan el frondosidad con la dureza de las colinas y riscos, apenas unas decenas de metros más arriba.
Seguimos otro par de kilómetros. En algunos puntos las zarzas y arbustos de las lindes del camino, pretenden cerrarse y formar un dosel sobre nuestras cabezas. Si tenemos suerte, podremos ver algún escarbadero de jabalí o algún corzo que bajo a abrevar.
Llegados al punto en el que un pequeño arroyo cruza el sendero, entonces estaremos a los pies del cerro de Castroboda, donde apareció la imagen de nuestra patrona. Más o menos hemos recorrido la mitad del cañón, la parte que pertenece a Maderuelo. el resto trascurre por tierras de Valdevacas, Santa Cruz de la Salceda y Montejo de la Vega.
Vemos que el paisaje se ha suavizado un poco, quizás para que centremos nuestra atención el la flora y fauna. Seguimos un kilómetro más y el valle se amplia, rodeando las ruinas románicas del convento benedictino del Casuar, que ya existía antes de la repoblación definitiva de estas tierras, pero esa es otra historia...
Este itinerario de ser dividido en varias etapas. Es posible hacerlo íntegramente a pie o bici, aunque se puede usar el coche para desplazamientos intermedios.
Partimos, a pie o en bici, de la Puerta del Barrio, en la umbría de Maderuelo, siguiendo el camino que desciende hasta la vega del arroyo Moralejos o de San Andrés. Aguas arriba, el camino es totalmente llano y recto, atravesando algunas choperas flanqueadas por las típicas colinas romas de calizas terciarias.
Hemos dejado atrás la silueta protectora de la alta espadaña de Santa María y atravesamos el terraplén de la vía por un paso subterráneo, entrando en la dehesa de Valdevarnés, que nos recibe apoyado en la solana de una suave loma en cuya cima se alza una iglesia románica, posible antigua atalaya del conjunto defensivo de la Comunidad de Maderuelo.
Esta etapa puede substituirse si se toma la carretera desde Maderuelo a Valdevarnés.
En la etapa previa hemos llegado al vecino Valdevarnés. Salimos de este pueblo atravesando las eras hacia el norte y nos desviamos por el camino que asciende hacia la izquierda, siguiendo el contorno de la colina, durante unos centenares de metros. El camino comienza a descender y conduce a un cañon que se abre a nuestra izquierda.
Este cañón, de unos 25 metros de profundidad y menos de 75 metros de ancho en muchas zonas, zigzaguea hacia poniente durante unos 2 ó 3 km, encerrando un incipiente bosque de sabinas y enebros en su interior.
Quizás merezca la pena, volver otro día y probar ambas alternativas. Al final del recorrido, el cañón pierde profundidad y podemos divisar el santuario de Hornuez, pero esa es otra etapa.
Una vez alcanzado la cabecera de la Hoz de Valdevarnés, solamente nos resta proseguir hacia el noroeste, unos 3 km de suave ascensión. Ahora es fácil ya que la alta ermita nos sirve de guía. Atravesamos algunas manchas de sabinas, carrascas y almendros.
Así alcanzaremos una de las últimas dehesas de sabinas de la península, que cuenta con los ejemplares de sabinas más grandes y viejos que se conservan. Quizás debamos explicar que en la comarca llamamos enebros a las sabinas, para evitar confusión a algunos lectores. Rodeando esta dehesa, miles de pinos hacen que el aire sea un tonificante para nuestros fatigados pulmones y nos proporcionan un reparador frescor.
Dada la altura de este enebral, se puede contemplar todos los pueblos del nordeste segoviano; lo que históricamente fue la Tierra de Ayllón, la de Fresno y Riaza en lontananza y la de Maderuelo a nuestros pies.
Este paraje es idóneo para comer o merendar, pues existen varios asadores y mesas preparados para ello. Finalmente podemos completar la excursión visitando el Santuario de Nuestra Señora de Hornuez, que conserva el tronco de la sabina en la que se apareció y muchos de los exvotos, prueba de la profunda devoción que la comarca le profesa.