Las armas y vestimenta dependían de la riqueza del propio guerrero o de su señor. En esta época no se usaban armaduras de platas (modernamente placas) y las lorigas eran de sortijas, malla o de escamas eran comunes entre los más pudientes. Otros usaban corazas de cuero endurecido.
A partir del siglo XII se hacen habituales vestidos de tela que cubrían las cotas de malla para facilitar la identificación del guerrero y para preservarlo del calor.
No existieron grandes diferencias de equipamiento entre los guerreros peninsulares islámicos y cristianos durante los siglos XI y XII. Solían levar un pequeño turbante alrededor del casco y aunque también usaron escudos con forma de lágrima, era más característico la adarga circular y ,a partir de mediados del SXIII, con forma arriñonada.
En la extremadura castellana, los concejos y villas levaban sus propias huestes, a las que servían los vecinos con sus propias armas. Este servicio militar estaba regulado por las cartas foreras, en las que se refleja que, con el paso de los años, algunas familias de guerreros villanos fueron acumulando riquezas y mejores armas. De hecho, el botín de guerra supuso una fuente de ingresos para las villas de la extremadura castellana.
Sin embargo, las milicias estaban integradas por un mayoría de gente humilde, como se refleja en uno de los frescos de San Baudelio de Berlanga (Soria) que conserva la imagen de un posible miliciano que lucha a pie, armado con adarga y lanza. Otra arma característica de estas tropas era el cuchillo, cuytelo o cutillo, de grandes dimensiones. Sus protecciones más comunes serían las fojas, confeccionadas con piezas de cuero, carentes de elementos metálicos hasta el XIII.
Leyendo los fueros, se ven las armas obligadas para servir en la hueste. Los fueros reflejan la realidad de la guerra y la importancia para las villas de contar con parroquianos bien armados, a los que se eximía de impuestos y concedían mercedes.
Así, en el Fuero Extenso de Sepúlveda, otorgado en el siglo XI y romanceado a finales del XIII, acerca "del que morare en arrabal, que no sea menestral".
"Todo morador del arrabal, que non sea menestral, que toviere caballo que vala veinte mrs. ó dent arriba, é que non sea ataharrado, é tenga escudo é lanza, et perpunte et capiello, non peche pecho ninguno, si non moneda; et excuse sus aportillados con los de la Villa.
E demas de esto les otorgo que el año que el concejo de Peñafiel fuere en hueste por mandado del Rey, que non peche marzadga aquellos que fueren en la hueste.
O en el fuero de Valladolid, otorgado en 1265,
Otrossi mandamos que el cauallero que fuere en hueste, que aya quatro escusados; et si leuare tienda redonda cinco; et qui touiere todauia loriga de cauallo suya et la leuare, aya seys escusados.
Fueron los primeros en vestir uniformados, con distintos colores en función del rango y misión.
Una de las más conocidas es la orden del Temple, cuyos monjes-guerreros vestían sobre la cota de malla un sayón o sobrevesta sin mangas, de color blanco si eran nobles o pardo si eran sargentos. Se cubrían con una capa del mismo color que portaba una cruz patada sobre el hombro derecho.
La orden de San Juan del Hospital fue la otra orden militar europea que tuvo una fuerte presencia en la península. Su origen data de unos monjes que custodiaron un hospital de peregrinos en Jerusalem. Con las cruzadas, primaron la misión defensiva sobre la de auxilio de peregrinos. Vestían mantos y capas negras con una cruz blanca sobre el hombro derecho. Es el origen de la actual Orden de Malta.
Y no olvidemos las decenas de órdenes de origen hispano, siendo la más famosa la de Calatrava.