es un fértil valle que se alimenta de las fuentes que brotan de las entrañas cavernosas del páramo, a unos 4 km de Maderuelo.
Fue el consuelo del pueblo cuando se perdió la rica y extensa vega del Riaza. El paisaje se caracteriza por frondosas choperas junto con pequeñas manchas de pinos, supervivientes de una repoblación forestal de estas laderas durante los años 60.
Abandonado el cultivo de las huertas, el valle vuelve a estar ocupado por las junqueras que le dieron nombre.