24 de Septiembre de 2004

Secretos escondidos bajo la Presa del Pantano de Linares

El río Riaza recibe las aguas del Aguisejo poco antes de ensancharse y convertirse en pantano. Bajo él duerme sumergido Linares, pueblo que da nombre al lugar, visible a veces en verano y otoño, cuando desciende el nivel de las aguas.

El paisaje es majestuoso a la vez que enigmático. Único. Es preciso pasear alrededor de las aguas del embalse para empaparse de su espíritu. Garzas reales, cigüeñas, martines pescadores y anatidas suelen pescar en sus recodos. Quizás a vista de pájaro es más fácil entender el secreto de la belleza de este paraje.

Varios metros por debajo de donde ellos buscan alimento yacen las casas de Linares. Entre ellas se encuentra una fuente cuyas aguas, según se dice, eran curativas. Escondido, dormido, corrumpiéndose poco a poco queda un puente romano que ya no cruza nadie. Cuando el nivel del agua es muy bajo, esta construcción emerge y recuerda a todos que un día sirvió para algo más que para adornar el fondo acuático.

Siguiendo su húmedo trayecto se llega a la otra orilla, donde está la ermita de la Vera Cruz, una sencilla construcción de estilo románico que en su día conservaba en su interior una importante colección de pintura medieval, un tesoro que descansa ahora el Museo del Prado.

A la villa se llega atravesando la puerta de la muralla. En el entramado románico destaca la iglesia de San Miguel, pero también muchas de sus casas. En sus fachadas hay piedras labradas con una gran variedad de motivos, desde cruces a símbolos templarios. También merece una visita la iglesia de Santa María, donde se conserva la momia de una niña que fue hallada incorrupta junto a sus zapatos y vestimentas. Como Linares, ella también descansa. Para siempre.

 

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