G

eología de Maderuelo

  Encuadre geológico
 
  Litología, las rocas del subsuelo de Maderuelo
  Las Hoces del Riaza
 
  El entorno del Embalse del Riaza

 

 

 

 

E

ncuadre geológico

Conocer la geología que subyace bajo el suelo de Maderuelo aconseja antes estudiar el marco geológico que lo envuelve, pues el relieve del horizonte también forma parte de un pueblo y tiene la forma actual por unas causas muy concretas, que en esta página se comentan.

Segovia

La provincia de Segovia forma parte de la Cuenca del Duero y del Sistema Central, que dos de las grandes estructuras que configuran del solar castellano-leonés. Ambas son, en su origen, fragmentos de la plataforma prealpina, desarrollada por la destrucción paulatina de un macizo muy antiguo, la Cordillera Herciniana, que se originó durante el Paleozoico, en la era primaria.

Este plataforma estaba formada por un conjunto de bloques rígidos y muy antiguos. A finales del terciario, la orogenia alpina la fragmentó en bloques más pequeños y los sometió a grandes desniveles.  Los bloques rehundidos formarán la Cuenca del Duero que se irá rellenando con los materiales detríticos procedentes de la erosión de bloques más elevados. Desde el interior de la cuenca, se da un escalonamiento tectónico, progresivo que culmina en las mayores alturas de la Sierra.

Los bloques que forman el Sistema Central están constituidos esencialmente por rocas duras (plutónicas, como el granito o metamórficas, como la pizarra).  En algunas rampas aparecen delgadas capas de origen Cretácico, en la era Secundaria, aunque parcialmente desmantelados.

En un análisis más detallado, en la provincia de Segovia se pueden distinguir estas estructuras:

  • Altas Sierras del Sistema Central, conjunto de elevados horst, limitados por fallas longitudinales.

  • Bloques medianos y bajos del Sistema Central. Fosas, rampas, bloques medios y bajos, todas formadas tectónicamente, relativamente desnivelados y de composición lítica homogénea.

  • Bloques de Sepúlveda y Pela, representan una transición entre los Sistemas Central e Ibérico.

  • La cuenca del Duero, ocupa la mayor extensión en Segovia. Se compone de páramos y campiñas.

 

Hoces del Riaza

Las hoces del Río Riaza se encuadran dentro de la unidad “Bloque de Sepúlveda y Pela” y más concretamente en el Bloque de Sepúlveda.  Este bloque está formado por los sedimentos erosionados durante el mesozoicos y alcanzan el mayor espesor en la provincia.  El gran espesor generó un relieve plegado sobre la cobertura sedimentaria, que luego fue posteriormente arrasado en gran parte por la erosión, aunque conserva un cierto carácter de “sierra” en lo que se conoce como Serrezuela o Sierra de Pradales.

 

La Serrezuela de Pradales

En el Norte de la provincia de Segovia, a unos 20 km. de la Cordillera Central, y entre los ríos Riaza y Duratón, destacan una serie de crestas, lomas y cerros disimétricos, separados por valles estrechos y bastante profundos que constituyen la Serrezuela de Pradales.

Con una disposición alargada de dirección oeste-este, la Serrezuela de Pradales se encuentra claramente delimitada por oriente y occidente por los valles del Riaza y Duratón, mientras que al norte entra en contacto con los páramos de Haza y Fuentecén a través de un impreciso borde festoneado y al sur se diluye hacia las campiñas del río Bercimuel y el macizo de Sepúlveda.

Las líneas maestras del relievede la Serrezuela radica en sus estructuras tectónicas que la configuran como un conjunto de relieves enmarcados en el ascenso de un gran horst, con estructura domática, formada por grandes bloques o dovelas del zócalo paleozoico desigualmente levantadas por fallas.

Pero el carácter de la Serrezuela se encuentran en la superficie, en el moldeado y deformaciones de los materiales que cubren los bloques del zócalo.

 

L

itología, las rocas del subsuelo maderolense

Según los criterios utilizados en el Mapa Geológico de España, escala 1:50.000, publicado por el I.G.M.E., y correspondiente a Fuentelcésped (hoja nº 375), los materiales existentes en la zona se distingen por la época en que se formaron:

Rocas creadas en la Era Secundaria

Periodo Cretácico

Dentro de este periodo de la Era Secundaria, se distinguen:

Albense:

Las rocas de este periodo afloran en el núcleo anticlinal de Valdevacas, formado por una sucesión, de abajo a arriba, de arcillas de variada coloración, arenas rojizas, arenas blancas y pudingas sueltas de cantos de cuarcita bien redondeados, dando lugar a estratos compuestos de arenas cuarcíticas sueltas, finas y gruesas, con cantos frecuentes de cuarcitas y con capas intermedias de arcilla abigarrada.

Cenomanense:

Sobre esta formación detrítica continental destaca una serie de arcillas calcáreas y margas de un color amarillo claro, muy fosilíferas (abundan los ostreídeos de tipo africano-asirio).

Turonense-Senonense:

Sobre la formación cenomanense se encuentra una potente masa de calizas, ordinariamente en gruesos bancos, fosilífera al principio (ostreras y erizos) y sin fósiles en las partes más altas, de color blancuzco, gris o amarillento.

Rocas creadas en la Era Terciaria

Periodo Oligoceno:

Se trata de una pequeña formación continental de pequeño espesor, compuesta de brechas rojizas y cantos calizos.

Periodo Mioceno:

Correspondiente a la cuenca de depósitos continentales terciarios de Castilla La Vieja, con una altitud media de 950 m. y en el que se distinguen varios subperiodos.

Sarmatiense:

Arcillas y calizas almendradas con nódulos agrietados y litofacies que indican un brusco cambio de régimen y condiciones de sedimentación, de fluvial con corrientes de alguna violencia al de aguas estancadas, tranquilas, que dejan depósitos fangosos, con unos 70-80 m. de espesor.

Pontiense:

Formación que empieza por arcillas calcáreas almendradas, a veces de más de 10 m. de espesor, sobre ella, formando cornisa en los bordes de la cuesta, en su parte superior, un estrato de caliza que tiene de 1 a 15 m. La caliza que forma este nivel superior es unas veces cavernosa con oquedades, otras de aspecto de cresta, otras algo pisolítica, en general irregulares, otras más compacta, cristalina ligeramente azulada en las fracturas recientes, con numerosas impresiones y restos de moluscos de agua dulce. Pontiense que normalmente alcanza los 20 m. aunque puede llegar a los 70 m. de espesor.

Rocas creadas en la Era Cuaternaria

Aparece en las vegas, se trata de una formación aluvial, compuesta de quijos, arenas y arcillas, más o menos calcáreos.

 

 

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as Hoces del Riaza

En Maderuelo, desde la presa de Linares del Arroyo hasta las proximidades de Montejo de la Vega de la Serrezuela, el Riaza ha excavado un valle de dirección paralela al eje del pliegue anticlinal longitudinal que cierra el Embalse de Linares y al que taja en casi toda su longitud, cerca de 7 km.  Por sus dimensiones, es el elemento del modelado más destacado dentro de Maderuelo y del Parque Natural.  A pesar de su reducido tamaño es de gran interés, ya que no son muy abundantes en la región, siendo los más próximos el Cañón del Río Lobos y las Hoces del Duratón.

Este valle de vertientes verticales o subverticales con escarpes labrados sobre las gruesas y blandas calizas del periodo turonense, cuya profundidad oscila en torno a los 150 m. y cuya anchura máxima no supera los 200 ó 300 m., ha sido clasificado como un cañón calcáreo por C. Cascos Maraña.

En general su trazado no sigue a la estructura del pliegue, ya que mediante un profundo corte anticlinal que comienza en la presa de Linares del Arroyo penetra a lo largo de 2,5 km., variando constantemente de dirección, mediante el encadenamiento de cuatro meandros encajados, de tamaño y curvatura muy similares, con un radio muy amplio de casi medio kilómetro y una longitud de un kilómetro.

A partir del último meandro, el Riaza mantiene un curso recto, discurriendo sobre el flanco norte del pliegue.  Tras confluir con el Arroyo del Casuar, abandona el domo cretácico de Villaverde, formando la Hocecilla , un profundo y pequeño meandro, mucho más cerrado que los anteriores.

 

 

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uándo se formaron las Hoces del Riaza

Sobre un zócalo herciniano creado en la remotísima era primaria, se formó una delgada capa en la mitad de la era secundaria, durante el  mesozoico

Esta cobertura fue deformada por los movimientos tectónicos que se produjeron durante la era Terciaria.  De principios a mediados del Terciario, el zócalo se vería afectado por una tectónica de grandes bloques, donde se perfilarían los grandes accidentes, con la flexión del Riaza. Tales deformaciones sufrieron la acción erosiva durante el Mioceno que con un arrasamiento generalizado las niveló. En el Mioceno superior, los movimientos tectónicos se reactivaron y deformaron de nuevo la superficie erosionada modificando el relieve, en el que destacan las fallas del Riaza y las fallas transversales que levantan la cresta de la Serrezuela. Muy a finales del Mioceno se produce un nuevo arrasamiento que matizaría estas deformaciones.

Desde finales del Terciario no se producen nuevas deformaciones reseñables y se organizó la actual cuenca hidrográfica del Riaza, adaptándose a las líneas de fractura y supeditada al fuerte encajamiento en el cañón calcáreo que durante el Cuaternario ha excavado en la Serrezuela cortados de màs de 100m de profundidad.

 

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ómo se formaron las Hoces del Riaza

El hecho que el curso del Riaza no siga la misma dirección del pliegue que atraviesa, indica que se ha producido un proceso de epigénesis.

  • La existencia de cuatro meandros encadenados y homogéneos, con similar curvatura y muy pronunciados, con el margen más cóncavo que el convexo de colmatación, y la ausencia de particularidades locales, constatan que han sido originados por la erosión fluvial del Riaza y no de otros factores, como hundimientos kársticos o movimientos estructurales.

  • Los procesos kársticos son muy secundarios en la génesis del cañón, como lo demuestran la escasez y ausencia de restos de sistemas de cavernas, salas y galerías en las vertientes, y una red de diaclasas regular, sin que existan direcciones predominantes.

Por tanto no se trata de un cañón kárstico, sino de un cañón calcáreo de incisión lineal, dada los caracteres y dinámica de las vertientes.  Veamos por que no se trata de un cañón kárstico.

  • En las áreas cretácicas próximas al cañón, no existen formas kársticas mayores, sino que el modelado kárstico está representado por lapiaces, que aunque de gran variedad, sus dimensiones no superan el metro.

  • Por el contrario, se observa en la margen izquierda del Riaza una red de vallejos y surcos subaéreos que han funcionado como sus afluentes.

  • Los escarpes verticales de las vertientes no presentan huellas de una acción kárstica destacada, rara vez se observan algunos pequeños conductos helicoidales (confluencia con el arroyo de Casuar) a veces aislados y otros agrupados, aprovechados para el asiento de las buitreras.

Pero pese a que los procesos kársticos no han sido fundamentales en la génesis del cañón, tampoco han estado ausentes, como lo demuestra la existencia de una red bastante densa de poros y capilares que otorga un aspecto oqueroso a la superficie de las calizas, y los lapiaces que a veces la recubren.

Además, el valle que ha experimentado una notable evolución en sus  vertientes, como lo indica su anchura de 300 a 400 m. Los escarpes han retrocedido conservando la verticalidad, gracias a que existe una red de fracturas (diaclasas) ortogonales y que la caliza del turonense, donde alternan los estratos calcáreos con capas delgadas de margas calizas muy blandas que han permitido la formación de balmas, que tras ser descalzadas por la erosión acaban por derrumbarse.

Otros factores que han contribuido a la actual fisonomía del cañón son:

  • La margen izquierda es  la más abrupta, ya que el valle se asienta sobre un flanco del pliegue, generalmente orientado al norte, tomando un cierto carácter ortoclinal y comportándose como un frente de cresta.

  • Los meandros hacen que las orillas cóncavas sean más abruptas que las convexas.

  • Los periodos glaciares han creado acumulaciones de derrubios por descalzamiento o por la accion del hielo ( gelifracción ) que tapizan la vertiente sur.

  • Las coladas de solifluxión, también en la margen meridional.

Por tanto, como conclusión el origen de esta garganta es por incisión lineal, que cortando la masa caliza del turonense alcanzó las margas blandas del cenomanense, donde labró su lecho actual, matizado por unos proceso kársticos secundarios en cuanto al vaciamiento y distribución espacial.

El valle del Riaza es un cañón calcáreo, epigénico en su trazado y de compleja dinámica de vertientes. Un valle cuyas vertientes en la actualidad experimentan pequeños retoques por procesos que antes tuvieron mayor importancia, descalzamientos, desplomes y formación de galgas que bloquean el lecho del Riaza.

A la hendidura del Riaza hay que sumar las acciones de otros arroyos afluentes (Casuar, Valugar, Vallejo-Sancho) que han contribuido a la disección del anticlinal de Linares, haciendo que ésta haya sido fuerte, compleja y dual.

 

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l entorno al embalse del Riaza

La mayor parte del entorno del embalse no presenta un moldeado peculiar, sino el característico del resto del sector suroriental de la Cuenca del Duero: un relieve de tipo tabular, en el que aparecen varios niveles de páramos en función de los niveles calizos. Es de interés la existencia, en las proximidades (páramos de Castillejo), de unos pequeños cerros (Sorteo, 1.054 m.), creados por sedimentación a finales del Mioceno, en la era Terciaria.

 

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odelados que encontramos en el Riaza

Se pueden diferenciar entre las superficies ocupadas por las calizas del mesozoico o cretaceo y los conglomerados del mioceno, aunque su naturaleza calcárea hace que sufran los mismos procesos erosivos.

  • Modelado kárstico es poco importante, y hay una casi total “ausencia de restos de sistemas de cavernas, salas y galerías en las vertientes” y tampoco formas kársticas mayores, como pozos, dolinas o valles secos. Únicamente pueden señalarse las agrupaciones de pequeños conductos helicoidales en las proximidades de la ermita de Casuar.

El elemento más espectacular es el escarpe junto a la carretera que desciende al pie de la presa, que “aparece modelado en un importante lapiaz gigante de pared, constituido por la sucesión de enormes cilindros… que no son totalmente exentos, hallándose soldados a la pared septentrional” (Cascos Maraña, 1988).

Por lo demás, sólo existen lapiaces de gran variedad, en función de las características de las rocas, pero de pequeñas dimensiones, de menos de un metro.

  • El valle del Valugar, es un valle corto y ancho que forma un gran barranco. “Tiene un perfil transversal en uve, con modestos cantiles en la coronación de vertientes, y la profundidad supera el hectómetro, dándole un aspecto típico de torrente, que contrasta con la angostura de los valles inmediatos” (Cascos, 1988).

  • La incisión de algunos arroyos que fluyen hasta el embalse ha dado lugar a un modesto relieve de ojivas sobre las calizas senonenses, en las proximidades de la presa.

  • El cañón del Casuar, un pequeño cañón calcáreo, transversal al del Riaza, estrecho y profundamente encajado. Presenta imponentes cortados sobre todo en la proximidad a la confluencia con el Riaza y algunas formas kársticas de disolución hipogea en la parte alta del valle.

  • También el arroyo del Vallejo-Sancho “ha abierto un tajo estrecho y hondo, guardando grandes semejanzas con el cañón del Casuar” (Cascos, 1988). Abundan, por último, los valles colgados pertenecientes a arroyos de menor entidad, como uno existente cerca del viaducto, en la vertiente norte del cañón, que termina en una pequeña cascada sobre el cantil.