Edad Media: La Batalla de las Navas de Tolosa (s. XIII)

 

ampaña de las Navas
 

 

 

La prédica y preparativos...

Cruzada contra los almohades

Concentración en Toledo

Castilla corre con los gastos

 

La marcha...

Partida de los cristianos

Abandono de los ultramontanos

El Miramamolín cierra el paso

Un oportuno aviso

 

La lucha...

Ambos ejércitos frente a frente

Despliegue cristiano

Despliegue andalusí

La batalla campal

Asalto al campo almohade

 

Dimensiones de los ejércitos

Cristiano

Almohade

 

Dosel almohade capturado

 

 

 

Se incluye este episodio de la Historia por que tuvo una trascendencia enorme para frenar la progresión almohade en Al-andalus y marca la supremacía de los reinos hispánicos cristianos sobre Al-andalus.  Tambien fue importante para las gentes de Maderuelo y toda la Extremadura Castellana ya que, por un lado, acabó con la amenaza andalusí sobre estas tierras  y por otro existe constancia de la participación directa de las huestes concejiles de Ayllón junto con las de Madrid.  La hueste de Maderuelo formaría integrada con éstas, en el centro de la vanguardia cristiana.

 

ruzada contra la amenaza almohade 

La pérdida de la plaza de Salvatierra, 13/9/1211, supuso una gran conmoción en la cristiandad peninsular. El fantasma de una marea almohade sobre los reinos cristianos hace que Alfonso VIII decida dar batalla campal a los musulmanes en la primavera siguiente. Envía al Obispo de Segovia, Don Gerardo, a Roma para solicitar al Papa una bula que predique la cruzada. Esta se publicó y tuvo un gran eco en el Sur de Francia.

En la primavera de 1212 Castilla toda bullía de acción: los eclesiásticos animando, hablando de la Cruzada y aportando dinero; los tesoros del rey cargándose de metales preciosos; los jurados y alcaldes preparando padrones, armamentos, vituallas y caminos; los herreros y carpinteros haciendo y reparando armas de todas las clases y en gran número, y carros; los escribanos arreglando escrituras y autorizando testamentos. La ciudad de Toledo era un hervidero de trajín, acopios y movimiento de dinero.

Toledo comenzó a llenarse de gentes, de víveres, de armas; a sonar varias lenguas entre sus muros pues acudían gentes de toda Europa. La concurrencia de gentes con carácter particular empezó desde febrero y fue incrementándose a lo largo de la primavera. Vinieron muchos nobles y magnates de las regiones del Sur de Francia, con el arzobispo de Burdeos y el obispo de Nantes. También vino el arzobispo de Provenza y otros magnates, entre ellos el obispo Arnaldo de Narbona (quien ya había luchado contra los herejes acompañado de su gente, muy bien armada). Este grupo consta que cruzó los Pirineos en mayo e hicieron parada en la corte de Sancho VII de Navarra (parece ser que el obispo persuadió al navarro para unirse a la cruzada a pesar de la vieja enemistad con Alfonso VIII). El 3 de junio, Arnaldo estaba en Toledo, una semana después de la presencia de Pedro II de Aragón.

 

 

 


oncentración en Toledo

Los extranjeros ocasionaron bastantes problemas en Toledo, a pesar que el rey de Castilla corría con todos los gastos. Revolvieron Toledo, mataron muchos judíos, lo que ocasionó que los caballeros toledanos debieran armarse para proteger a sus vecinos. El rey prefirió alojarlos en la Huerta del Rey, un vergel, que quedó el día de partida arrasado (“cortaron toda la huerta del rey, e hicieron mucho mal a Toledo”, según los Anales Toledanos).

Alfonso VIII recorrió toda la primavera el reino, reclutando gente y el 12 de mayo ya estaba en Toledo.

Los reyes de León y Portugal no se movieron de sus países, por la enemistad con Alfonso VIII pero no impidieron que algunos de sus vasallos tomaran parte, a modo particular, en la cruzada. El rey de Aragón llegó acompañado de unos 3.000 hombres (de ellos unos 200 caballeros). Era todo lo que pudo reunir debido a las penurias económicas que padecía su reino (debió empeñar algunos castillos como fianza de un préstamo del rey de Navarra para sufragar la campaña). Con ellos vinieron algunos castellanos desnaturalizados (que fueron perdonados después de la batalla).

Toda la nobleza castellana acudió a Toledo: D. Diego López de Haro, que fuera alférez del aciago día de Alarcos, D. Álvaro Núñez de Lara, alférez real; sus hermanos D. Fernando y D. Gonzalo; Lope Díaz de Haro (hijo de D. Diego), y otros muchos; los maestres de las Órdenes de Calatrava (Rodrigo Díaz), de Santiago (Pedro Arias), del Hospital (prior D. Gutierre Armíldez) y del Temple (Gómez Ramírez), todos ellos con sus huestes. También asistieron los obispos de Toledo, Palencia, Sigüenza, Osma, Ávila, Plasencia, Tarazona y el electo de Barcelona.

El grueso del ejército lo componían los concejos de las ciudades y villas, tan prevenidos de caballos, armas, vehículos, vituallas y todo lo necesario para la guerra que les sobraba y aportaron al común. Todas estas tropas eran veteranas de numerosas cabalgadas y razzias en territorio musulmán. Destacaban por su fuerza y número las huestes de los concejos de Ávila, Segovia, Toledo, Talavera, Madrid, Huete, Alarcón, Soria, Sepúlveda, Medina, Cuellar, Atienza, Burgos y Carrión. Las huestes allegadas por otras villas se encuadran en las anteriores.

 


astilla corría con los gastos

Sostener a toda esta gente supuso un esfuerzo económico extraordinario. Ayudaba al tesoro real todo el clero del reino de Castilla, que concedió, a petición del rey, la mitad de todas las rentas eclesiásticas de aquel año. Con todo, “el oro se fundía como el agua” (gráfica expresión de la Crónica Latina de Castilla, cap. 21). Si la iglesia aportó tanto, es de suponer que el pueblo llano aún aportaría más (no sólo en dinero, también en trabajos y especies). Las milicias concejiles llevaban raciones de comida para bastantes jornadas (según fuero, en parte por cuenta propia y en parte por cuenta del concejo). Hay que tener en cuenta que cada caballero cobró 20 sueldos diarios y 5 cada peón (el dato lo aporta Jiménez de Rada). También hay que considerar que alrededor de un ejército hay gran cantidad de civiles en labores auxiliares que también cobraban del erario público. El rey proveyó de caballos, tiendas y todo lo necesario a los ultramontanos (muchos de ellos no tenían ni caballos de batalla ni acémilas para transportar la impedimenta).

Más tarde se unió el rey D. Sancho VII con unos 200 caballeros, que no cobraron del tesoro de Castilla (el navarro tenía fama, justificada, de rico).

Para proveer al ejército, se empleó un tren de 60.000 acémilas, con tiendas, carros y víveres (casi todo aportado por los concejos de Castilla).

Al-Nasir, enterado de los preparativos del castellano, trabajó para reunir un ejército aún más numeroso, si cabe, que el movilizado el año anterior para tomar Salvatierra. La base seguía siendo el ejército africano que había invernado en Sevilla. Movilizó a todas las gentes de sus provincias y salió de Sevilla el 22 de junio alcanzando Jaén en pocas jornadas. En principio, Al-Nasir no tenía mucho interés en combatir, solamente deseaba disuadir al castellano, pero al enterarse de la deserción de los ultramontanos calculó que podría derrotar decisivamente a Alfonso VIII.

 


artida de los cristianos

En el terreno cristiano, la moral era alta, a pesar de las muchas semanas de inactividad.

El 20 de junio salió de Toledo el ejército castellano. El día de San Juan (24 de junio), la vanguardia cristiana, formada por los ultramontanos, llegó a Malagón. Inmediatamente se lanzaron al asalto del castillo que cayó en pocas horas. La guarnición musulmana fue ejecutada.

Al día siguiente (25 de junio) llegó el grueso del ejército, con el rey de Castilla al frente. El día 27 el ejército cruzado, con algunos problemas de abastecimiento, llegó a Calatrava. La fortaleza estaba bien defendida y, pese al empleo de máquinas de guerra para batir los muros, tras dos días, los musulmanes resistían perfectamente. Se decidió que todo el ejército asaltase el castillo a la vez, lo cual se hizo el día 30. Al caer la noche, gran parte de la fortaleza estaba en manos cristianas. Se acordó una capitulación de los musulmanes que resistían en el alcázar (en parte para ahorrar esfuerzos y tiempo) a cambio de respetar la vida y la libertad de los defensores.

El día 1 de julio, los musulmanes abandonaron la plaza, que fue entregada inmediatamente a la Orden de Calatrava. Los ultramontanos, acostumbrados a no dar cuartel, se sintieron muy defraudados al ver salir en paz a los musulmanes defensores.

 


bandono de los ultramontanos

El 3 de julio, los calores manchegos, algunos fallos de intendencia, la aparentemente poca acción bélica, la indisciplina y escasa calidad de los guerreros francos, hicieron que la mayoría de las huestes ultramontanas decidieran volverse a su país, abandonando la cruzada. Hay que tener en cuenta los problemas que crearon durante su estancia en Toledo. Además, al enfrentarse al calor reinante, a lo yermo del terreno y a unos peligros reales, los ultramontanos no resistieron y decidieron volverse, pese a que el ejército musulmán estaba a unos dos días de camino.

La defección dejó en una situación muy delicada al ejército cristiano. Solamente unos grupos de ultramontanos decidieron continuar la cruzada: algunos caballeros y el obispo de Narbona, D. Arnaldo con unos 130 caballeros y algunos peones. En Calatrava se unió al ejército cristiano el rey de Navarra. Pese a todo, se decidió seguir adelante y los días 5 y 6 de julio los cristianos tomaron Alarcos, Caracuel, Benavente y Piedrabuena. Al día siguiente, estaban en torno a Salvatierra, cerca del puerto del Muradal. No se tomó el castillo puesto que se adivinaba muy cerca ya el ejército del miramamolín.

El día 8 de julio, se pasó revista a todo el ejército. Todos se armaron y formaron en orden de batalla. El espectáculo debió reconfortar a los reyes, ya que “nunca se vio un ejército tan terrible con un conjunto de tantas y tales armas de hierro” (Jiménez de Rada).

 


l Miramamolín cierra el paso

Mientras, Al-Nasir espera en Jaén los movimientos del ejército cristiano. Confía que, el calor, la sequedad del terreno y los problemas de abastecimiento minen la moral cristiana. La defección de los ultramontanos parecía darle la razón y se decidió a avanzar contra los cristianos. Rápidamente decidió tomar la iniciatica y copar las alturas de Sierra Morena para evitar el paso de los cristianos.

Mientras, el grueso del ejército musulmán acampaba cerca del desfiladero de la Losa (un lugar escarpado y estrecho a la bajada del puerto del Muradal, por donde, en teoría, debían pasar los cristianos), cerca del actual pueblo Santa Elena. Las vanguardias cristianas se adelantaron y ocuparon el Alto del Muradal, el día 12. Al-Nasir, decidió esperar en el paso de la Losa donde “mil hombres podrían defender el paso contra cuantos pueblan la tierra” (Jiménez de Rada).

Al día siguiente, el resto del ejército cristiano coronó el puerto y acampó en la ladera sur del Muradal, en un lugar sin agua y con la perspectiva de tener cerrado el paso de la Losa. Detrás de este desfiladero, se podían ver las tiendas del ejército musulmán, pero parecía imposible poder forzar dicho paso. En la tienda de Alfonso VIII se celebró un tenso consejo de guerra, donde acudieron los reyes de Aragón y Navarra, los obispos de Narbona y Toledo y los nobles principales. ¿Qué hacer? ¿Seguir allí, sin agua en pleno verano? ¿Forzar el paso de la Losa, con escasas posibilidades de éxito? ¿Volver atrás y buscar otro paso? Alfonso VIII descartó esta última opción por considerar que sería negativo para la moral del ejército una retirada y, ya que estaban frente al enemigo, había que atacarlo, fuese como fuese, y forzar el paso de la Losa.

 

 


n aviso oportuno

Al caer la noche, se suspendió el consejo sin haberse tomado una decisión definitiva. En esto, se presentó en la tienda del rey un hombre rústico que dijo conocer un paso próximo por donde pasar todo el ejército sin peligro y ocupar una posición favorable. El rey, sin mucho que perder, envió a un grupo de soldados a averiguar si lo que decía el rústico era cierto. Por la noche, volvió el grupo de descubierta asegurando que era cierto, que existía un paso cercano hacia una posición favorable.

Este episodio tiene una historicidad, cuanto menos, dudosa. Es difícil creer que, entre tantos soldados veteranos de incontables cabalgadas por la zona, nadie conociera el paso descubierto por el desconocido. De hecho, el paso del Rey (como se conoció a partir de este episodio) parece haber sido utilizado por diversas huestes cristianas para pasar la Sierra anteriormente. Más aún: existe una antigua calzada romana que corona el paso del Rey. Por tanto, cuesta creer que nadie conociera tal paso.

 

 


mbos ejércitos frente a frente

En la madrugada del sábado 14 de julio, el ejército cristiano, al amparo de la noche, levantó el campamento del Muradal, y por sendas abruptas, alcanzaron el paso del rey (a pocos kilómetros al Oeste del Muradal). Al amanecer, los musulmanes pensaron que el ejército cristiano se había retirado, pero pronto descubrieron que los cristianos habían ocupado una posición ventajosa, a su flanco izquierdo, en un lugar elevado (conocido como la Mesa del Rey), favorable, con un abundante manantial de agua y laderas abruptas hacia el lado de los musulmanes. El miramamolín debió levantar su campamento en el paso de la Losa y tomar posiciones en lo que sería el campo de batalla, al mediodía del día 14, en disposición de combate. Allí esperó hasta el atardecer pensando que los cristianos plantearían batalla ese mismo día.

Los cristianos, con el terreno a su favor, decidieron descansar ese día y el siguiente, pese a que el día 15 el ejército musulmán volvió a formar en orden de combate desde muy temprano, posición que mantuvo hasta el mediodía. A pesar de unos hostigamientos, los cristianos, desde su altura, pasaron el domingo descansando y preparando la batalla: las milicias concejiles, que debían teóricamente ocupar las alas, formadas en su mayoría por peones, eran vulnerables a una maniobra de envolvimiento que podría llevar a un desastre cierto. Por ello, se decidió reforzarlas con masas de caballería.

 

 


espliegue cristiano

A medianoche, los cristianos se levantaron, oyeron misa, comulgaron y se dispusieron a la batalla. Rápidamente se armaron y salieron al campo. El ejército cristiano se dispuso en tres cuerpos: el centro para Alfonso VIII, con Pedro II a su izquierda y Sancho VII a la derecha. Cada uno tenía una autonomía de movimientos.

La vanguardia del centro estaba dirigida por D. Diego López de Haro. Con él iban los caballeros de Vizcaya, los de la Montaña (Santander), Castilla La Vieja y las huestes de los concejos de Madrid, Atienza, Almazán, San Esteban de Gormaz, Ayllón, Huete y Alarcón.

La segunda línea formada por las milicias del Temple, Hospital, Santiago y Calatrava. Entremezclados con las masas de caballeros se colocaron grupos de milicias concejiles.

En la zaga estaba el propio rey Alfonso, con su alférez D. Álvaro Núñez de Lara y los principales obispos.

En la izquierda, la principal fuerza eran los caballeros aragoneses, con su rey a la retaguardia. Se reforzó el despliegue con peones de las milicias concejiles.

En  el ala derecha, para reforzar a los escasos 200 caballeros navarros de Sancho VII se colocaron las milicias de Segovia, Ávila y Medina del Campo que eran las mejores tropas concejiles.

El despliegue cristiano era superior en tropas de caballería al musulmán, cosa que tendrá una importancia capital en el desarrollo del combate.

 

 


espliegue andalusí

Por parte musulmana, en primera línea se colocaron tropas ligeras de arqueros y maceros. Este tipo de tropas, por su propia naturaleza, tendían a desordenarse pero también tendían a desarticular las formaciones enemigas con ataques y repliegues (el torna-fulle habitual) rápidos.

La segunda línea estaba compuesta por almohades a caballo, en gran número, con alas formadas por jinetes ligeros andalusíes, armados con azagayas.

Detrás, un importante número de norteafricanos a caballo, que desmontaron para luchar a pie al comenzar la batalla (un grave y trascendental error ya que quedaron en desventaja frente a las cargas de caballería cristiana).

Por fin, el miramamolín en su tienda roja (el palenque) en lo alto de una colina rodeado de un círculo de soldados negros protegidos por una línea de estacas unidas por cadenas. Estos soldados estaban encadenados entre sí para defender al miramamolín hasta la muerte (costumbre antigua de los bereberes que se mantuvo hasta tiempos recientes).

 


a batalla campal

La batalla empezó y pronto las vanguardias cristianas llegaron al cuerpo a cuerpo inutilzando la vanguardia andalusí de arqueros que se retiraron. Los cristianos, tras tomar el pequeño promontorio del terreno donde se había desplegado la vanguardia musulmana, siguieron avanzando hasta chocar pronto con la segunda línea. Los cristianos fueron detenidos por el grueso almohade y cedieron (en parte cansados por haber hecho a la carrera un buen trecho cuesta arriba). En esto entró en acción el centro del ejército cristiano (castellanos y aragoneses). La lucha se mantuvo un tiempo indecisa, hasta que el miramamolín decidió enviar sus reservas a la batalla lo que hizo flaquear toda la línea cristiana, tanto en el centro como en las alas.

Pese a todo, aún quedaba la retaguardia cristiana sin haber entrado en combate, mientras que el miramamolín había hecho intervenir a todos sus hombres (salvo la guardia del palenque). Cuando las líneas cristianas estaban en un tris de desbaratarse, Alfonso VIII ordenó a la retaguardia entrar en combate al grito de venceremos o moriremos (en realidad, Alfonso VIII no llegó a entrar en combate ya que un noble de su séquito retuvo el caballo del rey cuando este se disponía a espolearlo para cargar). Al ver venir sobre ellos una nueva carga de caballería, los musulmanes cedieron y empezó la desbandada. Las alas cristianas, mandadas por los otros dos reyes, también se unieron a la batalla, decidiendo definitivamente el combate. El despliegue musulmán empezó a romperse y los soldados a darse a la fuga.

 

 


salto al campo almohade

Los cristianos arrollando a los almohades y convergieron en el palenque defendido por el círculo de negros y guardias de Al-Nasir. Esta guardia resistió en un principio el golpe por su buena disposición defensiva (estacada y un sólido muro de lanzas). No se sabe quien fue el primero en cruzar la línea defensiva y entrar en el palenque. Difícilmente sería el rey de Navarra, como ha querido ver la tradición, ya que se encontraba a retaguardia de una de las alas y, por su tamaño corporal (2,26 mtr. de altura y 140 kgs. de peso) solamente podía montar una mula de carga y no un caballo de combate (tanto cronistas navarros, como aragoneses, como castellanos intentan arrogarse el honor de ser los primeros).

Una vez penetrado el ejército cristiano en el palenque, un servidor de Al-Nasir sacó de la tienda roja al miramamolín, le obligó a montar un caballo (una yegua, en las crónicas árabes) y salir huyendo de allí escoltado por un grupo de caballeros. Al llegar la noche, había alcanzado los muros de Jaén (tras cambiar de caballos en Baeza).

El Rawd Al-Quirtas nos ofrece una dramática escena:

“murieron alrededor de 10.000 combatientes, entonces un árabe montado en una yegua llegóse hasta el miramamolín y le dijo: ‘¿hasta cuando vas a seguir sentado, oh Miramamolín? Se ha realizado el juicio de Dios, se ha cumplido su voluntad y han sucumbido los musulmanes.

Levantóse entonces Al-Nasir para montar el veloz corcel que tenía a su lado, pero el árabe, descabalgando de su yegua le dijo: ‘monta en ésta, que es de pura sangre y no se deja deshonrar. Quizá Dios te salve con ella, porque en tu salvación está nuestro bien’.”

La batalla degeneró en una degollina. Toda la guardia encadenada del palenque sucumbió (cuando, al terminar el combate, pasaron por allí los obispos, cuentan que sus caballos tuvieron dificultades para avanzar debido a la montonera de cadáveres). También casi todos los que intentaban huir sin caballo, desperdigados por los alrededores del campo. Las milicias concejiles cayeron sobre el campamento musulmán a pillar el botín, mientras la caballería se dedicaba a perseguir y dar muerte a los fugitivos (parece ser que murieron muchos más musulmanes en esta huida que en el desarrollo de la batalla), hasta que al atardecer, los caballeros volvieron al campamento musulmán, donde se habían instalado los reyes.

 

 


imensiones del ejército cristiano

Es casi imposible saber con exactitud el número de combatientes por uno y otro bando. De entrada desechamos las cifras que ofrecen las crónicas, por parecer exageradas. El propio Rodrigo Jiménez de Rada, presente en la batalla, nos da unas cifras exageradas de todo punto. Para empezar habla de 10.000 caballeros y 100.000 peones ultramontanos de los que quedaron, tras desertar en Calatrava, 130 caballeros y algunos peones. Estas cifras de ultramontanos no son nada realistas. Alfonso VIII, en la carta que envió al Papa tras la batalla, habla de 60.000 ultramontanos (también cifra exagerada).

Ninguna crónica hace mención al número de combatientes castellanos, con mucho el grueso del ejército cristiano (ya que, además de formar el centro del despliegue, reforzaron las dos alas). Historiadores contemporáneos nos ofrecen las siguientes cifras:

  • Huici Miranda; estima un total de 60.000 cristianos.

  • Ladero Quesada: 10.000 caballeros y el doble o triple de peones; total 30.000-35.000 combatientes.

  • Goñi Gaztambide estima unos 5.600 caballeros y unos 12.000 peones.

  • Ruiz Doménech: 3.000 caballeros y 7.500 peones.

  • Vara Thorbeck: unos 12.000 hombres (haciendo un cálculo de la superficie de la Mesa del Rey, unas 2,5 Ha., donde acampó el ejército cristiano).

 


imensiones del ejército almohade

Si sobre el ejército cruzado hay datos exagerados, sobre el tamaño del ejército musulmán aún nos han llegado cifras más exageradas. Los contemporáneos, como Rodrigo Jiménez de Rada, habla de 185.000 caballeros y un número innumerable de peones. El Rawd Al-Qirtas habla de unos 600.000 combatientes musulmanes.

Ambas cifras son claramente una exageración pues no habría medio de avituallar a un ejército semejante.  Los historiadores contemporáneos dan las siguientes cifras:

  • -González Simancas da una cifra de unos 50.000 combatientes.

  • -Huici Miranda: como máximo 150.000 guerreros y con reservas.

  • -Vara Thorbeck: unos 22.000 hombres.

Otros historiadores no dan cifras claras, aunque todos reconocen que el ejército almohade era cerca del doble del cristiano (Jiménez de Rada habla que, después de la batalla, el ejército cristiano acampó en el campamento musulmán, ocupando tan sólo la mitad del recinto). También hay que tener en cuenta que el ejército almohade se movía acompañado de sus mujeres e hijos.

Pese a todo, la batalla fue una de las más masivas de la Edad Media. En Tierra Santa, la batalla de Hattin, en 1187, en Tierra Santa enfrentó a unos 23.000 cristianos contra 45.000 musulmanes, es considerada la mayor batalla medieval.