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Edad Media: El Reino de Castilla en el siglo XII |
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La caída de Jerusalem en manos musulmanas en 1187 recrudece en toda Europa el espíritu de cruzada contra los musulmanes. Los reinos hispanos no fueron ajenos a este renovado espíritu. El Papa, mediante un legado pontificio, insta a todos los reinos a firmar treguas entre ellos para combatir a los musulmanes. Alfonso VIII, en el año 1189 (entre marzo y septiembre) lanza tres grandes incursiones contra Córdoba y Sevilla; contra Sierra Morena y contra las Tierras de Murcia. Rodeado de este fervor combativo, se gestan las Órdenes Militares, que tanta importancia tendrán en lo sucesivo, en los avances de la Reconquista. La idea de cruzada está latente en todo el Occidente cristiano. Las ideas de Bernardo de Claraval calan hondo entre los caballeros europeos: no hay actividad más adecuada para un caballero que hacer la guerra al infiel. Además, para conseguir una mayor pureza de espíritu, ¿qué mejor para un caballero que lucha en cruzada que seguir la regla monacal?
El siglo XII ve una mejora ostensible en las técnicas de construcción de fortificaciones y en el armamento y táctica de la caballería pesada. Con ello, los costes de fabricación y mantenimiento del armamento de un caballero aumentan considerablemente. Lo mismo puede decirse de la defensa de las fortalezas. Las razzias continuas de los huestes concejiles, pese al descalabro que suponen para los puntos por donde pasan, no aseguran la frontera. Esta inseguridad hace que la zona de frontera no pueda ser repoblada convenientemente. Las grandes ciudades como Toledo y (en menor medida) Talavera no pueden controlar más que algunas fortalezas en sus extensísimos alfoces. La defensa de estas fortalezas corre a cargo de guerreros profesionales, a los que deben allegar recursos suficientes para mantenerse en ellas (vituallas, caballos, armamento suficiente), para participar en las frecuentes operaciones militares y mantener la vigilancia y control de la zona de influencia de cada fortaleza. A partir de este punto, se hace muy difícil la colonización del territorio. Solamente las órdenes militares están en condiciones de afrontar este reto colonizador. La cesión del señorío de estos territorios por parte del monarca es la mejor manera de proveer la defensa de la frontera. Así, encontramos a las órdenes militares como propietarias de tierras, salinas y otros bienes, tanto en la frontera de la Transierra como en el resto de los reinos de Castilla y León (de estas posesiones sacarán los recursos suficientes, ya que de los territorios de frontera poco se puede obtener, salvo algún esporádico botín). Todas las órdenes militares fueron acumulando fuentes de rentas para atender sus necesidades, gracias a la magnanimidad de los reyes, nobles y obispados. A cambio, están obligados a asistir siempre a la llamada a las armas del rey.
Hagamos un pequeño bosquejo de la situación de las órdenes militares en el siglo XII:
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