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Edad Media: Los ejércitos hispanos (s. XII y XIII) |
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La sociedad castellana está organizada para la guerra, aunque el ejército solamente se reclutaba y organizaba cuando era necesaria la guerra. El rey es el jefe supremo de este ejército. A finales del XII , los monarcas cristianos entienden que es necesaria la reconquista total y finalmente se le daría temporalmente carácter de cruzada (las Navas de Tolosa o la campaña de Barbastro). El sistema de guerra peninsular basado en las algaradas y razzias sirve a sus objetivos de expansión ya que para conquistar las ciudades se requerían años de incursiones, destrucción de los alrededores agrícolas, bloqueo del comercio y , una vez debilitadas, el asedio.Las acciones bélicas, según sus características, recibían distintas denominaciones:
La campaña de las Navas es un buen ejemplo a estudiar ya que en ella participaron todos los componentes que formaban el ejército castellano.
Está formado por elementos permanentes (reclutas andalusíes obligados al servicio militar) y mercenarios. Además, hay muchos voluntarios que luchan en la guerra santa. El ejército almohade está formado por elementos y grupos humanos dispares (de ahí que sea, en general, un ejército de poca eficacia). Lo componen:
El uso de emblemas y banderas está restringido al califa. El pendón del califa Al-Nasir era blanco. El pendón de las Navas conservado en el monasterio de las Huelgas de Burgos estaría al lado de la tienda del Miramamolín, aunque también pudiera ser el dosel de la tienda. La tienda roja tenía un significado especial. Representa el poder central contra los almohades. El esquema general del ejército musulmán era el siguiente:
El emir es el encargado de mantener en perfecto estado el material bélico y el encargado de la intendencia de su grupo. Precisamente, la ineficiencia de la intendencia almohade fue una de las causas de que sus campañas no pudieran extenderse durante mucho tiempo. En 1211, después de la toma de Salvatierra en septiembre, el miramamolín Al-Nasir dio por terminada la campaña debido a que tenía graves problemas de abastecimiento. Igualmente, salvo en contadas ocasiones, el ejército almohade solía ser de dimensiones modestas, debido a la citada dificultad de la intendencia.
Tal importancia tiene la caballería como arma de guerra, que condiciona toda la sociedad medieval (recuérdese que uno de los medios de ascenso social es pertenecer a la caballería villana). Hay dos tipos de caballería: pesada (predominante en el bando cristiano) y ligera (la preferida por los musulmanes). Veamos:
Un aspecto importante es la intendencia para las caballerías. Sabido es que el caballo y la mula necesitan de grano, además de forraje o pasto, para su alimentación. El grano empleado sería la cebada o avena (el trigo, además de ser indigesto para los caballos, se reservaba para la alimentación humana). Un caballo tras un día de marcha necesitaría unos 14 kilos de pasto y 4 de grano. Tras un día de combate las cantidades son de 10 kilos de pasto y 11 de grano. Bien es cierto que un caballo puede pasar varios días sin alimentarse, pero la pérdida de un 10% de su agua corporal le ocasiona la muerte. Por tanto, debe beber abundantemente todos los días (más teniendo en cuenta que las campañas se hacen en verano), entre 38 y 48 litros de agua.
El periodo que nos ocupa (siglo XII y principios del XIII) no fue un dechado de innovaciones tácticas en batalla. Solamente se procuraba iniciar el combate con el sol a la espalda y a favor de viento. Una vez, se disponían los ejércitos en haces, ninguno de los dos bandos deseaban iniciar el combate para no perder las ventajosas posiciones que se habían procurado. Además, una vez iniciado el combate, los jefes no eran más que conductores de hombres y se veían inmediatamente involucrados en el combate cuerpo a cuerpo, con lo que no podían observar y dar órdenes con claridad. Las cargas de caballería Solamente, en el momento de la carga, se procura que los caballeros vayan juntos, sin huecos entre ellos, a veces en forma de cuña (tres en cabeza, cinco en segunda línea, ocho en tercera y luego el resto del ejército) para percutir fuertemente en un punto del despliegue enemigo. El ataque comienza despacio, para no perder los caballeros la línea; poco a poco, van aumentando la velocidad para llegar al contacto en el momento de mayor velocidad de los caballos. Si se rompía la formación enemiga y se superaba, se consideraba ganada la batalla. Si no era así, los caballeros volvían grupas y entraba en acción un nuevo contingente de caballeros. Se recomienda no hacer una segunda carga sobre el mismo punto donde lo hizo la primera para evitar así encontrarse con el obstáculo de caballos y caballeros muertos. Los cuadros de infantería La infantería, para protegerse de estas cargas de caballería, solía poner delante de sus líneas cuerdas embreadas tensadas, que, en teoría, detenían el primer envite. La infantería puede combatir presentando un muro (una línea de combatientes formando un cuadrado), una muela (cuando la infantería se disponía en círculo) o un corral (como hizo la guardia del miramamolín en Las Navas). Este corral consistía en un cuadrado con reforzado por cuerdas o cadenas delante de los infantes, que clavan sus lanzas en el suelo con la punta hacia el enemigo. El torna fulle Los musulmanes combatían rodeados de gran ruido producidos por tambores, trompetas y voces. Los almohades usaban tambores enormes (de varios metros de circunferencia). Eran maestros en el torna-fulle (carga de caballería ligera para desordenar las líneas cerradas, en un momento dado retroceder y provocar una contracarga de la caballería enemiga que se encontraría pronto aislada y a merced de los infantes musulmanes, mientras la caballería mora volvía grupas y se enfrentaba a los caballeros cristianos). Entre carga y carga, la caballería almohade se refugia tras las líneas de infantería (formada por una primera línea de lanzas clavadas en el suelo con infantes rodilla en tierra, una segunda de pie, con jabalinas y lanzas y una tercera de honderos). Este despliegue obliga a los infantes a mantenerse a pie firme en el campo, puesto que su retirada comprometería enormemente al ejército almohade.
Los ejércitos marchaban en diversas columnas y de forma escalonada para facilitar la intendencia, aunque cuando el enemigo se adivina cerca, todo el ejército debe andar próximo entre sí. La marcha se hace lentamente, ya que hay que acomodar el paso a los elementos más lentos (los peones) y porque el establecimiento y desmontaje del campamento requería bastante tiempo, durante el cual el ejército debe mantenerse alerta para evitar ataques inesperados. El ejército debe “posar en uno”, es decir, acampar todos juntos, en un paraje con fácil acceso al agua, hierba y leña. Los campamentos se cierran con palos y cadenas y las tiendas se ordenan en el interior. Estas hacen de muros, colocándose unas al lado de otras, de forma que ni caballos ni hombres pudieran pasar entre ellas. La tienda del rey o el califa se sitúa en el centro, dejándose un espacio que hace de plaza; luego se colocan las tiendas de los nobles y oficiales. Después, dejando espacios que sirven de calles, el resto de las tiendas. No es descartable que parte del ejército pasara la noche al raso (especialmente en verano), o en refugios naturales. De todas formas, todos los efectivos formaban en posadas, la unidad básica de 8 hombres para la distribución de alimentos, pasar lista y revisar el armamento. Las tiendas de campaña suelen ser de forma circular, con un tendal, poste central del que parten las cuerdas que tensan la tela y se amarran al suelo. Alrededor se colocaba una pieza de tela circular que hacía forma de cono. En sus extremos cuelgan los alabes (telas que cierran la tienda). La tiendas no tienen puertas, para entrar o salir basta levantar uno de los alabes. Las tiendas son más grandes y lujosas cuanto más importante es su dueño. Como ya se ha comentado, la tienda roja del califa era un símbolo tanto para los defensores como para los atacantes. Por ello, tras la batalla, Alfonso VIII envió la tienda roja de Al Nasir como regalo al Papa Inocencio III.
El principal problema de todo ejército medieval era solventar la intendencia (preocupación que persiste actualmente). A pesar de que un soldado medieval estaría acostumbrado a la dureza de marchas largas, con un sol de justicia, con poco agua y no muchos alimentos, un ejército de grandes dimensiones necesita una organizada logística, ya que incomodidades extremas y estómagos vacíos son una invitación a la deserción. Posiblemente, esta fuera la causa de la vuelta en Calatrava de los ultramontanos en la campaña de las Navas. También la falta de alimentos llevó al levantamiento del sitio de Huete (1172) por parte de los almohades que sufrieron una penosa retirada sin alimentos. El pan es el alimento fundamental. Para producirlo debía haber un grupo de panaderas profesionales (esta profesión era desarrollada por mujeres en la Edad Media). La molienda se hace con molinos movidos por animales o a mano. Los hornos tienen el hogar separado de la cámara de cocción. Se hacen de barro y son muy rudimentarios. El vino es un aporte importante de calorías en la Península en esta época. Se transporta en pellejos, estaba aguado y se tomaba mojando el pan. Potajes de legumbres completan, junto a cebollas y apio, la alimentación. La única carne consumida por los soldados pobres era el tocino o la proporcionada por alguna caballería muerta. En cambio, parece ser que los nobles consumían grandes cantidades de carne (en las cortes de 1258 se regula que no se debe comer carne más de dos veces al día en campaña) de caza o pescado (de río, habitualmente). El autor inglés Prestwich, en su libro “Armies and warfare in the Middle Ages. The English Experience”, de 1996, calcula que un grupo de 20 hombres consumía 12,7 kilos de trigo, dos de malta y grandes cantidades de carne y pescado, por semana. Además de ingentes cantidades de alimentos para hombres y caballerías, un ejército debe transportar un variopinto y abundante volumen de utensilios necesarios para la acampada, para reparar armas, impedimenta diversa, municiones, etc. Esto se hace mediante recuas de mulos y asnos ya que los caminos (y más en zonas fronterizas) suelen ser impracticables para los carros. Normalmente, una parte del ejército en marcha abandonaba la columna para buscar alimentos (son los forrajeadores). En la campaña de las Navas, en un terreno abierto y agostado como es la Mancha, hubo grandes problemas de abastecimiento antes de llegar los cristianos al Muradal (la crónica del Arzobispo Jiménez de Rada recuerda de vez en cuando estas dificultades).
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